En honor a la virgen

03.11.2011 12:26

 

En honor a la virgen

 

Por Virginia Larrazábal

 

    A mediados de cada penúltimo mes del año, la ciudad de Maracaibo se forra de luces y de cuanta pompa dispone la tradición religiosa para venerar una tablita inerte que yace dentro de un cofre de oro, el cual es paseado calle tras calle, emulando la gloria de lo que, en los tiempos de los grandes profetas representara, literalmente, el arca del pacto.

    Cuentan los abuelos que la imagen resplandeciente de la madre de Jesús se le apareció, por allá en 1709, a una viejecita mientras hacía la faena de lavandería a orillas del lago. Desde entonces, ese mismo objeto ha sido motivo de culto para muchos que descansan su fe en la estampa inmóvil de la reina del cielo.

    Podrían pensar que un lenguaje tan radical y cortante pretende desacreditar, a toda costa y por motivos egoístas, la fe de muchos, pero son las mismas escrituras las que hablan y filtran la cultura por medio de lo que dejó plasmado Jehová, a través de los profetas. La intención no es contender entre un credo y otro, sino llevar más allá de la concepción común, verdades que, seguramente, cambiarán su vida espiritual.

Dice Jeremías 7:18: “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira”.

Es pues Jehová, claramente, un Dios celoso.

No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque yo soy Jehová vuestro Dios. (Levítico 26:1).

    Es común que la sociedad actual piense que la biblia, por proceder de tiempos remotos, ha perdido vigencia, sobre todo con la inmersión de costumbres que carecen de respeto alguno por los mandatos divinos. La religión, paradójicamente, se ha encargado de matar la fe genuina en el Único Dios, desviando la adoración hacia otros que, confirmando en el libro sagrado, no tienen arte ni parte en el trono.

Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. (Éxodo 20:1-3)

Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. (Éxodo 32:8).

 

Salmos 115:4-8

Los ídolos de ellos son plata y oro,
Obra de manos de hombres.
Tienen boca, mas no hablan;
Tienen ojos, mas no ven;
Orejas tienen, mas no oyen;
Tienen narices, mas no huelen;
Manos tienen, mas no palpan;
Tienen pies, mas no andan;
No hablan con su garganta.
Semejantes a ellos son los que los hacen,
Y cualquiera que confía en ellos.
 

    Pero el Señor de Señores ha sido muy claro al respecto.

Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y anduvieres en pos de dioses ajenos y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis. (Deuteronomio 8:19).

 

¿Es María coredentora?

 

    Ciertamente, qué corazón tan limpio y cuan santa tuvo que haber sido la madre de Cristo, para que el mismo Jehová la eligiera, entre todas las mujeres, para concebir al redentor.

    Los pueblos de hoy se inclinan ante su imagen, convencidos de su divinidad, mas sin embargo, María, al igual que toda la descendencia de Adán, fue una mujer nacida con naturaleza de pecado quien además, cuenta la historia, se arrodilló debajo de la cruz del calvario.

 

Su madre dijo a los que servían: haced todo lo que os dijere. (Juan 2:5)

    Es, pues, claro que María declaró con voz y corazón, su dependencia del poder del Altísimo y, al igual que los discípulos, se sujetó a la voluntad del Único Rey. Jamás comparándose a sí misma con el Creador.

…y no vayáis en pos de dioses ajenos, sirviéndoles y adorándoles, ni me provoquéis a ira con la obra de vuestras manos; y no os haré mal. (Jeremías 25:6)

    El sistema babilónico, lamentablemente, ha inculcado en la tradición popular la devoción a otros dioses, colocándolos como mediadores de los hombres ante Jehová. No obstante, cualquiera que abre la biblia se da cuenta de que no existe, por causa del nuevo pacto sellado con la Sangre del Cordero, ningún otro intercesor o intercesora ante Dios, más que Jesucristo mismo.

 

1 Timoteo 2:5 

Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

 

Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. (Juan 10:9)

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)

(Ver ¿Qué dice la biblia sobre la virgen María?)

 

Sacrificios y otros excesos

    La capital zuliana en pleno, se prepara para dar solemnidad al programa anual de la conocida “Feria de la Chinita”, cuya actividad más polémica son las corridas de toros, en las cuales se ejecuta el sacrificio de estos animales, en honor a la virgen. Muchos protestan en contra de ello, otros solo se acoplan por mera tradición.

Porque me dejaron, y enajenaron este lugar, y ofrecieron en él incienso a dioses ajenos, los cuales no habían conocido ellos, ni sus padres, ni los reyes de Judá; y llenaron este lugar de sangre de inocentes. (Jeremías 19:4)

    No es sacrificio de sangre lo que agrada al Dios Eterno, mas abominación ante sus ojos representan las costumbres paganas adoptadas por idiosincrasia. 

No ofrecerás cosa leudada (llena de pecado) junto con la sangre de mi sacrificio... (Éxodo 34:25)

…y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.  Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Hebreos (9:-12-14)

    Por otro lado, en estas fechas, el desenfreno reina en la calle, utilizando como excusa una fiesta donde, lejos de haber crecimiento espiritual alguno, la estadística de accidentes y hechos delictivos se incrementa a paso bestial, caldeando aún más los ánimos de la gente que se da cita entre multitudes que, sin decoro, hacen del alcohol el verdadero gobernante de dicha celebración.

Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. (Jeremías 10:3).

    Así, es evidente por su palabra, que Jehová no demanda derramamiento de sangre para ser exaltado (ya el sacrificio perfecto fue consumado por Jesús en la cruz del calvario), antes más bien se agrada de todo ser que le confiesa como Único Señor y Salvador.

Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. (Hebreos 13:15)

 

Israel, ¡Despierta!

    El cielo llora por cada alma que cae en la ignorancia, arrastrada por causa de toda una existencia sometidos a un estilo de vida y una cultura que no ha sido filtrada limpiamente a la luz de la palabra de Dios.

Mi pueblo perece por falta de conocimiento (Oseas 4:6)

    Piénsalo, estimado lector, y no caigas en la intransigencia. No te conformes con lo que dice el hombre, busca a Dios y la luz de la verdad llegará a tu vida.

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:2).
 



¡Dios les bendiga mucho!

 

 

 

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